El viernes 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya partió de Montevideo hasta la ciudad de Santiago de Chile, pero por defectos en los dispositivos de navegación del avión, los pilotos se equivocaron de ruta y llevaron el avión a estrellarse contra una montaña de la cordillera de los Andes. Las alas y cola se desprendieron, mientras que el fuselaje se deslizó por una ladera, estancándose en el Valle de Las Lágrimas, Argentina.
En el vuelo iban 5 personas pertenecientes a la tripulación y 40 pasajeros, entre esos, jugadores del equipo de Rugby Old Christians Club, que se dirigían a jugar contra un equipo chileno; y familiares y amigos de los jugadores de Rugby; junto a otras personas que aprovecharon la oferta.
Luego de inquietantes días de inclemente frío, comiendo lo mínimo que puede el ser humano y resistiendo a las lesiones que les dejó el accidente, ocurrió una de sus mayores miedos; se les acabó la reserva de alimento.
Pasados 10 días del accidente, y sabiendo que la búsqueda de su paradero había sido cancelada, se vieron en la obligación de tomar una decisión impensable y de último recurso, alimentarse de la carne de sus amigos del rugby y de los pasajeros fallecidos en el transcurso.
Sin otras opciones en mente, los primos Strauch (Adolfo y Eduardo) respaldados por el estudiante de medicina, Roberto Canessa, se encargaron de la complicada tarea de picar en pedazos los cadáveres para alimentar a los sobrevivientes. Muchos al principio se negaron a consumirla por temas religiosos, como por ejemplo, Numa Turcatti. Él fue el más radical en su decisión de no practicar canibalismo y terminó siendo el último en morir a 10 días del rescate; no sin antes conceder a sus amigos, el consentimiento para que se alimentaran con su cuerpo.
Luego de haber comido aproximadamente 15 cuerpos, Roberto Canessa y Fernando Parrado se encaminaron a la última de muchas expediciones que hicieron hacia el Oeste buscando civilización en Chile. Tras 10 días de una caminata infernal se encontraron a la otra orilla del río con Sergio Catalán, un arriero chileno que estaba trabajando. El señor, que no podía escucharlos por el ruido, viajó en búsqueda de lápiz y papel para que los uruguayos escribieran:
“Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido más arriba. En el avión quedaron 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”
El arriero viajó 10 horas a caballo para buscar ayuda, contactó al equipo de rescate y fueron rescatadas 16 personas que sobrevivieron al impacto del avión y a 72 días de escasa comida, poca agua y temperaturas de hasta -30° centígrados.
Al regresar a su Uruguay natal, la historia de los 16 sobrevivientes se regó por todo el mundo. Dejó en su estela un sinfín de preguntas, la más popular ¿cómo lograron sobrevivir tantos días sin alimentos?. La respuesta no fue escondida, fue dada por los mismos protagonistas en una rueda de prensa. Habían recurrido a la antropofagia para poder sobrevivir lo humanamente imposible.
La antropofagia es el acto de incluir carne humana en la dieta, puede ser por depredación, de un animal, de un humano estando vivo, o por carroñero luego de morir. La práctica del consumo de carne humana por un individuo de su misma especie recibe el nombre de canibalismo.
El impacto que la historia ha tenido en la sociedad ha sido importante. En el presente aún se debate si la práctica antropofágica estuvo justificada. De acuerdo al testimonio de uno de los sobrevivientes, “lo más importante fue el derecho a la vida y el derecho a volver a casa”.
La antropofagia en Venezuela, al igual que casi todos los países en el mundo, no tiene una ley concreta que prohíba el canibalismo, pero en este caso de la tragedia de los Andes, los sobrevivientes quedarían impunes por realizar el acto en estado de necesidad para proteger su vida y poder sobrevivir.
El estado de necesidad es una causa de extinción de la responsabilidad penal, y es cuando los intereses legítimos de un sujeto se encuentran en estado de peligro, y solo pueden ser salvaguardados por la lesión de los intereses jurídicos de otras personas.
Un caso análogo de la tragedia de los Andes en 1972 es el caso de Dorancel Vargas “El Comegente”. Dorancel fue aprehendido el 12 de febrero de 1999 al descubrir que en su casa había partes de cuerpos mutilados y consumidos por él. Este es un caso especial en Venezuela, ya que es la única aprehensión que ha pasado los 30 años, los máximos para una pena en el país.
En la Región argentina la legislación penal es de las pocas en el mundo en el cual no contemplan ni sancionan la profanación de cuerpos, la violación o daños a los restos mortales de las personas, a diferencia de, por ejemplo, Venezuela, que existe el artículo 172 de Código Penal venezolano, el cual ordena que:
“Cualquiera que cometa actos de profanación en el cadáver o en las cenizas de una persona y cualquiera que con un fin injurioso, o simplemente ilícito, sustrajere, fraudulentamente, el todo o parte de los despojos o restos mismos, o de alguna manera viole un túmulo o urna cineraria, será castigado con prisión de seis meses a tres años.”